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martes, 30 de noviembre de 2010

III. Tóxico: AUXILIO INTERNO

El deseo me tienta una vez mas, quiero seguir con mi propósito - ¡No me detengas! No lo hagas -No interrumpas mis deseos, mis ansias y mis anhelos – ¡Suéltame, déjame en paz!-con pie firme no daría a torcer mis acciones -¡No lo hagas, por favor!, Piensa en ti…- me dijo, Interrumpiendo mis ideas con sus exclamaciones débiles que no daban ni un resultado en mí. El suceso más puro para mi cuerpo  físico se alegra por hacer lo cometido. El futurismo aparece por mis ojos, y mi figura gorda, que trata de ser delgada se desanima por lo que veo, pero se alegra por lo que hago.
EL REENCUENTRO NO PODIA SER TAN MALO.
Su mirada penetrante me desnuda casi al 90%, sentía que lo desconocía, pero sabía que era lo contrario: El me desconocía. Estaba pensado: Acaso este imbécil no sabía cuánto me costó y cuánto tiempo estoy sacrificando por él. ¿Acaso es que ya no me quiere? Entonces… este viaje seria mi arrepentimiento. 
Antes de estar frente a él. Estaba en el metro, esperando el momento en el cuál la puerta se abriera y pudiera ver el letrero de la ESTACION LIMA. Me moría de ganas por verlo una vez más, mucho tiempo se había llevado a mi mejor amigo, necesitaba sus brazos consoladores para que refugien mis problemas y mis sentimientos. Estaba planeando todo lo que haríamos hoy, es más hasta este día tenía un nombre “HOY SERA INOLVIDABLE”. Hasta qué… me vio, tan desnuda con mis ideas, tan tímida y algo equivocada, con una sonrisa que la atinó como inmadura y con los ánimos hasta el cielo por verlo. Con cada paso que daba su rostro se acercaba mas a mis mejillas, todo lo restante que no fueses él se distorsionaba, ESTABA AHÍ, ESE ERA MI MEJOR AMIGO, decía en mis adentros, orgullosa de él y de su madurez. Pero… nunca pensé que mi figura gorda fuera punto de su critica, porque ni bien me vio se quedó algo impactado. Sabía que había cambiado mucho físicamente pero no pensé que sería evidente en sus ojos de “igualdad” lo que tanto decía él.
-Hola Luciana- me dijo con una voz tímida, pero con un sonrisa bien puesta en su rostro.
Era obvio que no pensaría en lo que diría, sino en lo que haría, sin ni un “Hola” de por medio, lo abrasé tremendamente, con todas mis ansias, con todo mi amor. “Te extrañé” se escuchó en nuestro abraso.

Él estaba contento, entusiasmado, su oportunismo me hizo girar por el medio de la estación (él me levanto con sus brazos, y giro conmigo en su cuerpo)  fue divertido, pero quizá ridículo para las personas ¿Y a mí qué con lo que diga la gente?, me decía furiosamente. Estrechamos nuestras manos, nos besamos en la mejilla y nos dijimos muchas veces “te quiero” “te extrañe”
Luego de la calurosa bienvenida, me di cuenta de muchas cosas: Él había cambiado, se notó un poco decepcionado, sus respuestas giraban en torno a un estricto “si” o “no”,  ¿por qué cambio? ¿Acaso no le gusta mi ropa? o quizá sea mi contextura gruesa. Debía de adelgazar, ¡qué estúpida soy!
¡ESTUPIDO FISICO DESCARTABLE!
Las horas concurren, los días también, los años de la misma manera y con todos ellos: la vejez llega al ocaso del atardecer, es visible ¡Claro que es visible! La figura se distorsiona por los años, pero el alma se pule, los errores de la vida han enseñado al alma lo tan sacrificado que es ser alguien.
Se cae la belleza, se derrama como tinta negra comprimida en un lapicero. Se van los años de juventud física (porque juventud, juventud no lo tiene todo mundo). Le damos la bienvenida a la terrible edad. Entonces… LA EDAD RECAE EN LA BELLEZA. Y no recaer por gravedad sino por naturaleza.
Estábamos frente al Starbucks de Miraflores, él me miraba tiernamente, sus previas conversaciones por internet me demostraban su madurez. Era increíble no tener en mente de qué conversar, recuerdo hace no más de 4 años, cuando éramos estudiantes: todo era rosa, hablábamos hasta por los codos, nunca había un momento de silencio, nuestros diálogos se acompañaban de carcajadas y burlas, nos contábamos las cosas mas intimas de nuestra adolescencia. ¿Y ahora? Por lo que veo: AHORA NO. Estaba confundida, entonces, tome la decisión de ir al baño. Me miré frente al espejo, no vi mas que grasa y a una joven pidiendo ayuda ¿ayuda? si, ayuda. Y de eso hablaremos después.
Regresé a la mesa donde nos sentábamos, me acomode el cabello y... (Tengo temas de conversación: le haré recordar los viejos tiempos, será una conversación divertida por excelencia) entonces, le dije- Sabes…-él se notó extraño y me dijo- No, tú sabes qué-Me quede asombrada, ¿asombrada? No, me quede impactada de su gran rapidez con la cual corto mi conversación-¿Qué te pasa?- le dije, con mucho asombro.
El saco algo de su bolsillo, no tenía ni la menor idea de lo que tramaba, pero comencé a ponerme tensa y algo nerviosa- ¿Qué ocurre?-insistí.
-Ocurre qué: ¿En qué tiempo cambiaste? Qué te pasó, qué sucedió.
-¡De qué hablas!
-¿Qué es esto?- saco de su bolsillo una pastilla de envoltura blanca, no sabía que quería lograr con eso. Pero de pronto, casi al segundo, llegó una idea a mi mente ¡¿mis pastillas?! GITE POR DENTRO. Busque rápidamente mi bolso, lo note abierto, rebusque con mis manos a lo profundo del bolso y no encontré nada. Entonces… le dije
Qué te da derecho a rebuscar mis cosas!-Estaba obviamente frustrada, con los ojos rojos de vergüenza y con la agitación rápida de mi respiración.
-¿Luciana, qué pasó?, qué te ocurre, confía en mí, amiga. Tú sabes que somos una sola pieza, no puedes avanzar sola y mucho menos con decisiones que perturban la salud.
-¡CALLATE! TU NO ERES NADA, NO ERES NADIE Y NO ME PUEDES PROHIBIR A DEJAR DE HACERLO- tire mi silla con rapidez, recogí mi bolso que se había caído del nerviosismo y me largué del lugar sin ni una huella de a dónde iría. Caminé largamente, no sé a dónde carajos iba, sólo seguía al orgullo que daba cada paso por delante, mi rostro avergonzado seguía casi obedientemente a mis impulsos suicidas que me llevaban al extremo de consumir 3 vintix en el segundo. Vi la silueta de lo que era mi edificio, antes de entrar al departamento, me detuve un segundo, mire hacia los alrededores, no había nadie, estaba parada en medio de la pista como casi con la mirada distorsionada. Parada frente en el núcleo de la sociedad limeña: Miraflores. Mirando el cielo, preguntándome: ¿Qué rayos nos sucede? ¿Por qué rayos somos tan hipócritas e imbéciles? Estaba cuestionando nuevamente las preguntas cotidianas de todo el mundo. El maldito claxon de un taxi me sacudió del susto repentino y camine hacia la vereda, entre al departamento, me senté en el sillón, pensando en la triste y absurda cita de hoy, las lágrimas caían al segundo, sabia en mi mente que lo había decepcionado, pero tenía cólera ¿por qué mierda tenía que rebuscar mis cosas personales? No podía sacar de mi mente este estúpido incidente.

¡AYUDAME! ¡POR FAVOR! ¡AYUDA!: “GRITOS DEL INTERIOR”
El celular apagado, la televisión prendida, el ruido de la calle bañe toda la casa, las ventanas abiertas, las cortinas que se sacuden por el viento, el sol que refleja uno de sus pocos rayos que penetran la sala, el desorden de la multitud y devastadora depresión, la incomunicación de hacia los demás y sobre todo el corazón partido por el sabor amargo de la desesperación combinada con algo de rencor y vergüenza a la vez.
¡Ayuda! AYUDA, por favor,
Libérame de este cuerpo reprimido,
Libérame del castigo,
Acobíjame entre tu amor y cúbreme entre la esperanza.

Estas ganas mías de recaer
Son evidentes en el interior,
¡No quiero volver a quebrarme!
Ayúdame a recomenzar, una vez más.

Quítame el miedo,  cógeme de la mano
Ayúdame a pisar fuerte, que tengo pavor de resbalarme
No quiero caer, siento que todo ya lo eh vivido
Sé mis ganas de comenzar…



Estoy confundida, lo acepto, tengo miedo de perder a mi mejor amigo. Ya han pasado muchos días, no sé nada de él, o mejor dicho: Él no sabe nada de mí.
Tomé mi celular, busque su número y lo llamé.
-¿Aló?-me dijo con una voz entusiasmada- No cuelgues, por favor, no lo hagas
-Hola- le respondí con una voz llorosa
-Luciana, lo siento amiga. Soy un imbécil, no tuve por qué rebuscar entre tus cosas, lo siento, pero no te quiero perder. No me cuelgues, por favor, sólo escúchame: Necesitamos volver a vernos.
-Sí, lo necesitamos.
-Mañana las 2pm en el parque Kennedy, ¿vale?
-No, ahora en el parque Kennedy-Le corte la llamada.
Con voz firme, me alisté, me asee, me peine con lentitud, tocándome el cabello largo y llegan hasta el fin, miré la venta, todo era tan normal. “Por fin la bestia salía de su guarida”.

Llegue hacia el parque Kennedy, él ya estaba ahí, esperándome sentado con una mirada reconfortante, con los ojos húmedos y rojos, estaba con un pantalón negro, una camisa a cuadros y una gorra; mientras yo esta con un pantalón pitillo, con un polo manga cero, casi descarado y con un abrigo de por encima, usaba gafas para ocultar “el auxilio interno”.
El me miro, se paró, nos abrazamos, no nos queríamos soltar, por un momento volvimos a la adolescencia de casi 3 años perdidos, palabras casi entrecortadas vuelan sin un rumbo alguno.
Las hojas del otoño se caen por naturaleza y nosotros nos abrazamos por querer.
-Lo siento Luciana, lo siento.
-No, no hablemos de eso
-No puede ser así, tenemos que hablar sobre aquello
-Ahora no, por favor.
-Esta bien, mas tarde, ¿sí?
Me limpio las lágrimas con ternura, yo lo abrase una vez más. Comimos helados, nos sentamos frente al mar y comenzamos a tirar piedrecillas hacia el inmenso océano, casi en algún lugar de Larcomar, me dijo-¿Ahora si podemos hablar?
Ya nada me haría obviar la conversación, con resignación-Si, ya podemos hablar.
-No sé en realidad por dónde comenzar, hay tantas cosas, pero no lo sé

-Se claro, se precisó. Sin rodeos sería mejor. Quiero terminar esto de una vez.
-Esto no terminará aquí, esto terminara sólo cuando tú digas YA BASTA.
“Sólo cuando tú digas ya basta” Esa frase me hizo pensar por mucho rato, era tan precisa, era lo que mi auxilio interior pedía por mucho tiempo, pero… El me obligo a no abandonar la conversación con un –Sólo tú decides en ti.
-Sí, lo sé, pero… no es fácil, no lo es.
-Luciana, ¿sabes en realidad lo que estas consumiendo?
-¿De qué hablas?- Traté de despistar la acusación como si no supiera de lo que me hablaba.
-Te estas metiendo vintix.
-¿Qué de qué hablas?, no entiendo- Traté de acomodarme el cabello para disimular la acusación, pero por dentro pensaba,¿ cómo carajos se había enterado eso él?
-La semana pasada, cuando saliste despavorida del Starbucks dejaste la pastilla tirada en el piso, no resistí las ansias de averiguar qué era eso, lo busco en internet, y tú…
-¿Y yo qué?-Le insistí con ansias-Yo qué
-Tú sufres un problema, un problema no tan grave, pero se puedo solucionar: Anorexia.
¿Anorexia? Bajé el rostro con lentitud, mis cejas se movían independientemente, las ideas se disparaban por cualquier dirección. Estaba confundida, pero tenía casi dos vertientes fijas:
LA PRIMERA: La belleza es exterior, se necesita sacrificio, la hermosura no será destruida y el cuerpo físico estético no se verá perjudicado. Las rutinas pastillas ya tienen un efecto nocivo en mí, si de eso se trata: Las pastillas y la belleza se robaron mi interior, el auxilio interno se vuelve enterrar en  el recuerdo
LA SEGUNDA: Me eh mirado una y otra vez, el espejo es la realidad y el corazón es la fantasía, no se puede vivir de ilusión, pero quizá lo pueda intentar, pero ¡no! No conseguiré nada, el apetito ya no surge en mí,  por más que trato de hacer caso al auxilio interno, este nunca vivirá en el exterior.
Las ganas improvisas me obligan a no comer, pero  las ansias internas que pesan un gramo al lado de mi adicción no tienen voz ni voto. Pero quizá él si la tenga, entonces con firmeza y esperanza en lo que decía saco de una de las bolsas de compra una hamburguesa, quizá y no sea un buen alimento pero sé que el trata de motivar mi apetito, pero lo que no sabe es que mis ansias de comer ya murieron de una forma cruel y muy pura.
Él se acercó hacia a mí, sabía que mis ansias eran inútiles ante esa hamburguesa, pero sé que aún conservaba la fe. Me miro y me acaricio el rostro, con ternura y mucha delicadeza, obligo indirectamente a recostarme sobre él, entonces mirábamos el cielo, a las personas, la playa, los edificios, las gaviotas y escuchábamos el desastroso ruido de la costa verde.
Mientras tanto, sometidos al ruido artificial del hombre, pero natural para la sociedad. Caminamos hacia el paradero, su rostro se veía tranquilo, mi conducta y mis ideas se habían tranquilizado, entonces ya no tenía perturbaciones y estaba decidida a seguir los pasos de él. Sin embargo, me extraño que él me dijera -Es hora de ir a casa.
Era obvio que no pensé que este encuentro terminará de esta manera, no es que haya terminado de la peor manera, solo que, por un momento se me ocurrió hacer algo divertido por la noche, quizá unas bebidas, o cigarrillos; en cambio, sólo hubo una conversación que termino por estresarme. Aun así, sin haber pasado cosas de mis expectativas, estaba satisfecha de arreglas las cosas y de haber conversado con él.
Llegué al departamento, una vez más, cómo todos los días en mi alojamiento en Lima. Noté algo extraño en la mesa del comedor, disimulaban ser paquetes o bolsas de algo grande, me acerqué hacia ello y con curiosidad por abrirlas, noté algo mucho mas extraño, una carta en el pie de estas bolsas, entonces tenía más que mil preguntas que estrellaban unas contra otras, pero una más resaltante que la otra “¿Quién me las envió?”
Abrí la carta con impaciencia  y esta decía:


Querida Luciana, hoy te iré a ver, quizá y tengas muchas dudas acerca de lo que pasará hoy, esto, lo que te escribo es un post-carta, no lo hago por miedo, ni mucho menos por cobardía. Quizá y estoy mintiendo, si lo hago, es por cobardía, pero cobarde por no perder tu amistad. No tengo idea de cómo terminará esta cita de hoy, pero si terminó mal, te quiero decir que hay motivos para que me entiendas, y para yo entenderte; y si la cita resultó de una manera favorable, igual hay cosas por decir. Las dos se conectan, y sabes porqué, porque se trata sobre ti.
 -Hay cosas que uno no puede callar, hay cosas que siempre se quieren ocultar, pero el deseo de compartirlo no es un buen aliado, sé de lo que te hablaré hoy, y sé también de tu estado de ánimo que tendrás en estos momentos, bueno, realmente no lo sé con exactitud, pero lo pronostico. Tal vez en estos instantes estés tomando un café, y bañada de dilemas, sorprendida por esta carta y furiosa por tratar de predecir algo que ni tú y ni yo sabíamos que es lo que pasaría.
Quizá y te torne todo esto, como algo confuso, quizá y pienses que soy un idiota, quizá y te digas “por qué empleo tanto el quizá”. Y sabes por qué lo hago, porque no sé lo que ocurrirá después de haberla terminado de leer, estoy lleno de dudas hacer de lo que escribiré, pero a la vez estoy lleno de valentía para decirte que estas junto a mí, y a mi lado estarás cerca.

Luciana, las ganas ya no me quedan en ni un pedazo de carne, la curiosidad ha matado a la razón y la preocupación toma cada vez mas valor. Aquella pastilla, aquel objeto que me mantuvo durante alborotos por muchos días, recobró aunque sea un poco de vida, cuando decidí averiguar más sobre aquello, y encontré esta información: Vintix es una droga similar a la anfetamina que quita el apetito. Como tal no puede usarse con frecuencia (1 ves por bimestre) ya que se puede desarrollar adicción y algunos ciertos efectos secundarios muy directos hacia los adictos: sequedad en la boca, estreñimiento, insomnio e intoxicación (...)
Sabes, el llanto me ganó, la desesperación también y las ganas de no perderte me llevaron a volverme loco por tratar de localizarte, no contestabas los teléfonos, y sentía pavor por llegar al departamento y recibir un rechazo de tu parte. Todo fue duro, pero admito que cuando me llamaste mis ánimos saltaron de alegría y de amor, salí corriendo hacia tu encuentro pero sin antes haber escrito esta carta y mandártela en tu ausencia.

Te dejo mis besos y mis abrazos para ti: Para mi mejor amiga, Luciana.

Dejé la carta por un lado, y abrí el paquete. Encontré un oso de peluche y empaques de comida. Sonreí con ironía, pero con comprensión hacia sus esfuerzos por preocupación.
Había recuperado a mi mejor amigo, había recuperado mi sonrisa.


La belleza; Lo descartable de la vida (Mi versión).

No podía dejar de lado los pensamientos  que me mantenían tan cerca de Luciana, ella me preocupaba, no sé cómo haya tomado la idea de recibir mi post-carta. Pero si de algo estoy seguro, es que tengo algo de miedo y de ansias por saber qué piensa de mí en estos instantes. Cómo repentino, casi de manera radical, cortando mis idea, sonó el teléfono, me levanté de la silla que tanto alivio habrá de gritar, de tantas ideas haber cargado. Era mi enamorada, de la que hablé en la II Publicación (noche en tu piel). Ella estaba al tanto de todo lo que pasaba entre yo y Luciana, quizá y era la mas emocionada por nuestro RE-ENCUENTRO, es algo fortuito y satisfactorio saber que  alguien, te entiende, que está allí, en las buenas y malas contigo, pero que de alguna manera hace notar su existencia, con palabras  alentadoras y motivadoras que te empujan a hacer lo que quizá y nombres “incapaz”. Tendré razón en decir, que todo está en el estado mental, porque es la realidad, entonces, la conversación término con un “te quiero” en el final, y con un “suerte” por parte de ella.
Ya había pasado como más de 3 horas del final de la última cita con Luciana, entonces, ¡Ya era hora de llamarla! ¡Ya era hora de botar de una vez por todas, todas mis dudas! Su voz tan agridulce me asustó en el principio, pero con un “Eres el mejor amigo del mundo” me devolvió la vida que por un instante se había esfumado de mí, sonreí mucho, estaba obviamente alegre: Había recuperado a mi mejor amiga, había por fin, lo que se nota ausente, su presencia.
Ella es mi mejor amiga: Uno de mis grandes motivos. Y no la quiero perder.
Das todo para volver a empezar…
Llenas aquel desequilibrado tiempo y lo conviertes en la eternidad.
Entonces, no tengo nada más que pensar: si algo nos pasó, fue el temor de alejarnos lo que nos unió más.


Te quiero Luciana.
Mejor dicho, te quiero mejor amiga.

Me puedes enviar un e-mail a: jayrokerin@gmail.com