I. No solo son llagas, corazón...

El punzocortante de tu amor ha dejado como huella: Cicatriz. Sabor inolvidable de lo que un día fue entre los dos.

Los labios me saben a rencor, egoísmo y fulgor -Ya no puedo resistir mas- me decía entre mis pensamientos nulos que se agobiaban en una decisión precipitada.

¡Ya no más! Ya no más dudas en mi vida. Ya no mas juegos en los que yo pierda. Ya no mas burbujas dolorosas; Estoy decidido a cambiar de mentalidad, estoy a la vez convencido que si algo no funciono en mí, fue por culpa de las malas experiencias.

Sentado en el banquillo de un tronco ligeramente plano, con las manos ásperas y sudorosas, con el llanto de resignación que me aliviaba en ese momento. Eh atinado en pensar muchas cosas, entre ellas estabas tú. Pero quería saber algo mas profundo de lo que era obvio.

La noche tan prematura llevaba entre su vientre a una melodiosa voz, los matices del campo acentuaban con su hermosa cabellera y su tierno rostro de pincel. La noche te hizo regresar a mí.

Te vi llegar con los ojos rojos y con una mirada de ilusión, los ojos te brillaban, claro que te brillaban, mientras mi corazón lloraba.

De pronto el fresco aroma de tu piel, se asomó entre mis calurosos momentos que no pensaba recordar. El suave y tan sutil discurso de los niños en la plenitud de su inocencia hacía recaer el ánimo como llanto imparable. El momento adecuado no debería ser el preciso instante por donde tú aprovecharías para meterte entre mis sentimientos.

Estaba tan decidido a reforzar mis puntos débiles, como ese. En realidad estaba decidido a jugar con los recuerdos y ah acostumbrarme a ellos.

“Los recuerdos no se enterraron, no porque no pueda sino porque no quiero, y no es por ser masoquista, sino porque ya no duele”

¡A quién podré engañar! Tú me has dejado marcado en la piel. La cicatriz del punzocortante profundizó en la piel descubierta de mi brazo y ahí fue donde te metiste, donde me dijiste con el acto: “Me recordarás para tu vida”. La cicatriz me pareció hermosa, sabía a lo que me arriesgaba, si lo sé: Has tatuado mi piel, no fueron con agujas filudas de colores llamativos, ni mucho menos fueron los dolorosos huecos de un arete. Fueron tus labios lo que hicieron eso, fueron las ganas tuyas de no dejarme que te obligaron a hacerlo.

Esto no es complicado, mi amor. Esto es difícil…

… Hoy, no vivo del recuerdo; Ayer, el recuerdo vivía de mí. Mis ideas dependientes sólo tuvieron como origen el principio de lo que empezó. Y como desenlace lo que termino.